Contaba el
señor Valentín que la casa de sus patrones, Don Enrique Canaval y Doña Luisa
Zamudio, estaba situada entre las propiedades de Doña Mariquita Cuentas S. y
Don José Eustaquio Torres con frente a la de Don Antonio Pérez, Don Cipriano Zuloaga
y Doña Limbana Báscones.
Que el “corredor”
de la calle estaba en alto, sosteniendo por anchas columnas de madera; además,
tenía una saliente del mismo “corredor” con barandas y escalinatas a ambos
lados. Que la entrada era por una mampara de dos hojas con ventanas “voladas” a
los costados, se entraba al Zaguán, empedrado y florido, para llegar a un gran
salón de cortinajes, sillones de vaqueta y sofás de crin, ventanas cuadradas y
cuatro puertas con mamparas. Que el corredor contiguo tenía una mesa grande,
sillas de cuero, “rinconeras” y retratos; de donde se veía el patio de techo y
barandas con enredaderas de madre selva donde estaba la tinaja de piedra
goteando agua para las garrafas. Contaba Don Valentín que los dormitorios
estaban los altares de los santos, ventanas, teatinas, consolas, catres
“coronados”; que el servicio higiénico se hacía a través de “tornos” al corral
y que también el servicio de cocina y sus viandas se hacía por otros “tornos”
al patio donde se encontraba el pozo del que sacaban agua “clarita” por medio
de tecles, soga y baldes. Por último, contaba Ño Valentín que el jardín tenía
enredaderas de rosas y “campanillas” con mesetas de botijas cortadas con muchas
flores olorosas; que la huerta era grande con entrada en forma de arco y que
por el fondo colindaba con el barrio “Salsipuedes”, con plantas frutales como
guayabas de “mato”, higueras coposas y palmeras altas y rumorosas.
Ahora volvamos
a lo real para especular entre la realidad y la historia, solo en lo referente a
la actuación de Bolívar en Pativilca.
Los biógrafos
Libertador discrepan sobre si él se cobijaba en las sombras de la Palmera o de
la Higuera; pero si están de acuerdo en que la visita del Diplomático
colombiano; General Joaquín de Mosquera, se realizó inmediatamente después de
su viaje a Pativilca en el Huerto a inmediaciones de la Palmera, lugar en el
que, según estos, pronunció el Libertador su profética y enérgica respuesta.
¿Por qué? Por la carta de Mosquera como fuente de información, semblanza que es
recogida por el pincel de Daniel Hernández para su acuarela histórica.
Empero, la
realidad y la lógica de los acontecimientos es otro, es distinta. Si la
residencia de los Canaval fue ofrecida al Libertadores porque reunió
condiciones para tan ilustre huésped y su numeroso séquito, entre otras un gran
Salón Colonial de severos sillones de vaqueta y mamparas a los dormitorios, si
el General Mosquera, partió de Puerto Supe a Pativilca en la mañana, a caballo,
tres leguas de camino, el rio cargado y torrentoso, por lo que era necesario la
guía de los “chimbadores”, es lógico suponer que llego a Pativilca después de
las 5 de la tarde del 13 de Enero de 1824.
A esa hora el
enfermo convaleciente no debía estar bajo la sombra de la palmera o de la
higuera, sino en su dormitorio preparándose a guardar cama o tomar su dieta
prescrita por el Medico. Anunciada la presencia del Diplomático, salió presto
de su dormitorio al salón, ya iluminado con grandes cirios, a recibir la
histórica visita. La lógica nos dice, que fue aquí, en el gran salón, donde se
oyó el grito de ¡Libertad! en Pativilca.
Con el perdón
y la absolución de los historiadores bolivarianos y no bolivarianos, hacemos
mutis y bajo el telón.
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