domingo, 16 de diciembre de 2018

La Carreta Dorada


Esta historia es harto conocida por los nacidos en el siglo pasado. Se dice que hace muchos atrás, cuando los huaqueros solían sacar láminas de oro de la fortaleza de Paramonga, de uno de los cerros que circulan la ciudad, salía a media noche una carreta maldita que sin conductor o animal que la mueva.

Además de estar hecha de oro macizo, se decía que este mítico carruaje portaba una valiosa carga de oro y otros minerales valiosos. El rumor general es que los antiguos pobladores de la zona ocultaron sus tesoros de la invasión española en las huacas dentro de los cerros y encomendaron a seres espirituales del bajo mundo su protección. Los mismo que sacaban a pasear estos tesoros para atraer a los ambiciosos o curiosos, y alimentarse de sus almas.

En los días de luna llena o cuando la cosecha empezaba, el mítico carruaje salía del algún lado del cerro más grande y hacia su camino por sus faldas. Al primer canto del gallo retornaba sobre sus pasos hasta volver a desaparecer en el cerro del que emergía.

Un día, unos señores venidos de la capital, sabiendo de la carreta a través del chisme llevado por locales, se informaron bien por donde solía ser avistada. El plan de los foráneos era seguirla a determinada distancia y saber exactamente donde es que desaparecía. Así, el día en que la luna estaba más grande sobre el cielo, los hombres con palas y picos se propusieron esperar la salida del carruaje.

A media noche, la carreta fue avistada por el más mozuelo del grupo y pronto todos los presentes se alistaron para la vigilia. La carreta empezó su camino en el cerro más empinado y prosiguió su andar recorriendo un total de siete cerros.

Quiénes estaban en el grupo vieron anonadados como las ruedas se movían solas, sin animal que lo ale, y como esta se direccionaba tan bien como si tuviera un chofer invisible que la guiase. El miedo y el pánico se apoderó de los hombres quienes intentaron retirarse; pero, al grito de su líder y un par de palabras soeces para darse valor, siguieron a varios pasos de distancia a la nave.

Alrededor de las cuatro de la mañana, al primer canto del gallo, la carreta regresaba a su escondite junto a la comitiva que intentaba hacerse con el tesoro. Los hombres pudieron ver que la carreta se interno en un caminito muy angosto, que se hacía más difícil de avanzar para los huaqueros que sentían que el aire les faltaba. Terminaron adentrándose en una cueva donde la tierra parecía haber sido removida. El líder los incitó a cavar empezando el mismo a hundir su pala en la tierra. En unos minutos la pudieron desenterrar por completo.

Sin duda los huaqueros estuvieron felices de haber obtenido tamaña cantidad de oro sin mayor esfuerzo y empezaron a celebrar con agua ardiente. Cuando más ensimismados estaban con la celebración que no notaron como la carreta cobró vida y se alejaba de la cueva sin dirección aparente. Para cuando el líder de los huaqueros notó la ausencia de su botín la carreta ya llevaba mucha distancia delante de ellos. Los hombres empezaron a correr tras ella, pero parecía que su botín aumentaba de velocidad cada que estaban cerca de recuperarla.

Al final el mítico carruaje terminó llegando a orillas del mar donde siguió su camino hasta desaparecer en las olas. Algunos dicen que los huaqueros desesperados se internaron en el mar intentando alcanzarla y se ahogaron en el intento, otros que la decepción los llevó al suicidio; la verdad es que nadie puede precisar cual fue el rumbo que tomaron estos hombres codiciosos después que el cuantioso botín se les escapó de las manos. Lo que si se sabe es que después de eso nunca más volvió a ser avistada la carreta dorada y su preciosa carga.

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