Extraído de la memoria de un viejo amigo, escrito de la mano de otro para este post que se nos avecina...
Lo primero que recuerdo de los “Jueves de
Compadres” es que era una costumbre muy antigua que desapareció Junto con la “Fiesta
de Carnavales”. Recordar esta tradición es evocar la figura de mi madre preparando
unas canastitas hechas con el cartón de las cajas de zapatos que, en esos tiempos,
eran más gruesas que las de ahora.
Esas canastitas revestidas y adornadas
con cintas doradas o plateadas llevaban en su interior unas peras, también,
primorosamente arregladas con cintas de colores y clavelitos de papel.
Cuando veo las figuras de las copas de
los naipes españoles siempre viene a mi mente la forma de las canastitas que
ella solía hacer para acompañar las "tablitas" que serían llevadas
por algún muchacho vecino, previa propina, a la casa del futuro compadre o
comadre.
A estas canastitas le acompañaban unas
servilletas de papel de seda o de cometa caladas artísticamente, que en el
centro tenían el espacio suficiente para escribir unas coplas o décimas que mi
mamá creaba a pedido de la clientela, para agradar al pretendido vecino o vecina
a fin de que acepte ser el compadre de la remitente. Mi hermana mayor todavía recuerda
algunas coplas [...] La "tablita" era una bandeja
muy bien adornada donde la vecina colocaba un regalo al amigo a amiga con quien
pretendía tener un acercamiento más amical.
Este regalo podía ser, de acuerdo con
las virtudes de la oferente: dulces de melocotones pelados previamente con agua
caliente y cenizas de guarango, para que solamente perdiera la pelusa; además
dulce de higos, manjar blanco, fréjol colado y mazamorra morada entre otros
potajes salidos del ingenio de cada repostera aficionada.
En otros casos; eran los mejores racimos
de uva Italia o quebranta, jugosos duraznos frescos, o apetitosos mangos
seleccionados de las huertas que cada casa tenía, los que componían un digno
modelo para pintar un bodegón.
El jueves siguiente el compadre o
comadre indicaba su aceptación retomando la tablita, de acuerdo con la
generosidad de cada uno. Cajas con talco, perfumes, agua de lavanda, cortes de
telas, conservas de frutas, chisguetes para carnavales; era los que los
curiosos podían adivinar, más que apreciar, debido al fino mantel que cubría
los componentes de la tabla de retomo. Pero como todo no es felicidad, había
quienes no devolvían nada y se ganaban el mote de "compadre come
tabla".
Dicen que los flamantes compadres
adquirían el derecho para jugar carnavales en la casa de la oferente el
"domingo de polvos". Ambas familias compartían el almuerzo luego del
cual empezaba a salir la “pica-pica” y los polvos con las que se embadurnaban
unos a otros, hasta culminar con sendos baldazos de agua, en una algarabía en
las que participaban grandes y chicos.
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