¡Oh tiempos actuales! Tiempos de
computadoras, de aviones a chorro, de satélites artificiales y, en fin, de
otras tantas maravillas que la ciencia nos regala. El mundo va cambiando
mientras nuestra querida morada, la Tierra, va rodando por el espacio sideral,
describiendo órbitas tras órbitas ¡Qué mundo éste! Hasta Satanás ya sabe
presentarse con toda la figura y vestimenta de un joven de nuestros días con
una presencia que, sin duda alguna, despierta la envidia del más pintado de los
varones. Y lo que no sabemos es por qué este endemoniado ser ha tenido que
escoger a nuestra modesta y pequeña ciudad para hacer sus diabluras.
Sucedió que unas chicas estudiantes de
secundaria organizaron un bailecito para reunir un poco de dinero destinado a
formar parte de los fondos para las actividades que en estos casos se
acostumbra realizar. Todo iba a pedir de boca: las tarjetas ya estaban
vendidas; no había preocupación por la decoración ni por los servicios. Eso lo
disponía el salón de baile. Mandaron a imprimir sus tarjetas y punto, hasta que
llegó la noche del baile.
Algunas tarjetas no se habían vendido y,
como es costumbre, las vendieron en la puerta de ingreso al baile. Fue allí
donde compro un jovencito por nadie conocido. De pronto, empieza la música
estridente, música que quiebra la atmósfera y produce en nuestros tímpanos un
caos que nos deja aturdidos. La fiesta seguía y los cuerpos vibraban al compás
de “está pegao, está pegao”. Es un estar pegao que parece que nunca va a
terminar y sigue el baile con “está pegao", los bailarines danzan con loco
frenesí. Es en esta circunstancia que aparece el joven de la entrada, del
desconocido. Es alto, rubio, de ojos verdes, estaba bien vestido. Las mujeres
comenzaron a suspirar y los varones a tener celos, pero el jovencito demostró
don de gente y solicitó bailar con la chica que talvez más le agradó. Y siguió
el baile. Esta vez fue al compás de la “La Cabra” que tiene una letra no muy
santa que hace santiguar las abuelitas. El “gringuito” iba acaparando la
atención de las chicas y, desde luego, a los varones no se les escapó ese
detalle.
La cosa se puso más loca cuando, a
pedido general, se repitió La Cabra. ¡Había que ver cómo bailaba el “gringuito”
con una linda e ingenua chiquilla! Los celos de los varones quedaron atrás: el
gringuito había ganado el corazón de la concurrencia. Él era el de las
iniciativas para hacer figuras en el baile, figuras no muy santas. “Me pareció
que ya era demasiado escándalo”, nos dijo un joven que asegura haber estado en
el baile. Pero entre tanta alegría él comenzó a sospechar de aquel “gringuito”
no era un ser normal. Por eso lo observé con cierto detenimiento, cuando me di
cuenta que por debajo del pantalón le salía una colita, la que cada vez que
rozaba el suelo salían chispas. Eso me causó miedo. Alguien que estaba a mi
costado sacó una cruz que llevaba debajo de su camisa y se la mostró al
gringuito, éste se tapó los ojos y, luego, corrió hacia la puerta de uno de los
baños. “¡El Diablo! ¡El Diablo!" Fue el grito general.
"Algunos se sentían muy valientes, porque
estaban drogados. No sé quien rompió la puerta del baño; pero en el baño, ya no
había nadie. Sólo sentimos un olor muy pestilente, algunos dicen que era azufre....
Yo no sé.” Así dijo un desconocido que no quiso dar su nombre.
En cuanto a la chica que bailaba con el
diablo, dicen que unos que se la llevó el grupo de sus amistades; otros, que
fue llevada al hospital. En fin, muchas otras cosas más. Pero lo cierto es que
esa noche, lo hemos averiguado, no ha habido ninguna chica con síntomas de
haber perdido el conocimiento ni existe ninguna denuncia en la policía sobre
este caso.
Nuestros vecinos tienen muy variadas
opiniones con relación a este caso. Hay quienes piensan que todo ha sido
producto de la droga, ya que drogados las personas pueden ver cosas que no
existen. Otros agregan a eso que puede ser un caso de alucinación colectiva.
Una señora de mentalidad sencilla, no
dijo que es un castigo de Dios. Dios ha permitido al demonio que se les
presente para advertirles que van por mal camino y que ya es hora de que se
arrepientan.
Un señor muy serio, nos manifestó que
todo podía ser el producto de “Los adoradores de Satán” y que este hecho nos
hace pensar que en Barranca ya hay estos señores que le rinden culto al diablo.
Un hombre de mediana edad nos dijo que
todo eso ha sido producto de la imaginación, producto del sentimiento de culpa
que tienen mucha gente joven de nuestros tiempos.
“El diablo no existe y si existe está en
cada uno de nosotros. Esos jóvenes lo que han hecho es soltar al diablo que
llevan dentro de ellos mismos”.
Un periodista bastante conocido entre
nosotros, piensa que en realidad de los que se trata es de un extraterrestre y
no de un diablo, como creen muchos. “Los extraterrestres están entre nosotros
dice. Lo que sucede es que no se hacen conocer”.
Alguien, con mucha malicia, nos dijo que
todo eso no es más que el producto de una guerra entre los propietarios de
salones de baile. Recordamos que para los cristianos católicos el diablo es un
ser horrible con patas de cabra, cachos y otras fealdades; mientras que los
testigos de Jehová agrupación religiosa cristiana el diablo tiene una presencia
de hombre hermoso y esto es lo que le da gran poder de seducción para el
pecado.
Para la cultura de los antiguos griegos
era considerado como un espíritu bueno hasta benefactor. Así tenemos el caso
del célebre filósofo Sócrates. Con frecuencia decía que dentro de su
ser llevaba a un diablo que le servía como fuente de inspiración para hacer el
bien y adquirir nuevos conocimientos. A ese demonio lo llamaba el filósofo “Daymon”.
El sacerdote católico español, Francisco
Gonzáles Quevedo, fundador de Instituto de Investigaciones Parasicológicas de Sao
Pablo - Brasil, niega que el diablo es un ser espiritual y, por lo tanto,
tampoco puede tener olor a azufre.
Regresando a la historia de los antiguos
griegos, nos encontramos que nos de los poetas de esa época escribió lo siguiente
“Nuestros griegos ven a los dioses y a los centauros porque creen en ellos”
Los centauros eran imaginados con
cuerpos de caballos y cabezas iguales a los seres humanos. Si aplicamos este
pensamiento al demonio podríamos decir, ven al diablo los que creen en el
diablo y nunca lo verán los que no creen en su existencia.
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